viernes, 28 de enero de 2011

VENCIENDO AL MUNDO



VENCIENDO AL MUNDO. (1 JUAN 5:4)


Introducción:
La palabra Vencer viene del latín vincere que traducido al “idioma de cervantes” es rendir o someter al enemigo.
La Biblia nos habla de una clase de personas que han llevado esta acción y son catalogados como vencedores en Cristo, gente que no ha obtenido la victoria por sus propias fuerzas si no todo lo contrario la victoria la ha obtenido Cristo.
Un vencedor para el mundo es alguien que ha ganado alguna competencia, que tiene una medalla o condecoración, siempre sobresaliendo. Un vencedor para el mundo es alguien que oprime al mas débil, alguien que siempre tiene la razón y la última palabra en las decisiones no importando a quienes pisotea. Alguien que ha alcanzado las riquezas, alguien que se ha ganado la popularidad, la belleza, la aceptación del mundo.

¿Qué es un vencedor a la luz de la palabra?.

1. Alguien que se ha sometido a Cristo:
Todo lo contrario a lo que el DRAE nos dice; ya que la definición secular habla de alguien que somete pero en este caso es todo lo contrario, el vencedor es el que ha sido sometido por conciencia propia para bendición.
Cuando un recibe a Cristo en su corazón como Rey y Señor. Dejamos todo el control de nuestra vida en sus manos. Los pensamientos, palabras, acciones quedan bajo el dominio del Señor.
Morir a nosotros mismos, Es la acción donde el cristiano deja de pensar en Él mismo, para que Cristo haga su voluntad. Esto nos garantiza una victoria al 100%, ya que lo que hagamos nosotros ya no va nacer de mi propio criterios sino del corazón de Dios. Al ofrecer nuestra vida en obediencia a Cristo nuestra vida va ha ser rodeada de situaciones que Satanás pondrá para arrepentirnos de nuestra decisión y retroceder. Pero Cristo nos dio una promesa donde el garantiza que la victoria le pertenece y si Cristo vive en nosotros también nos pertenece. (Juan 16:33)
Hacer lo que el mundo hace. Nadar contra corriente para buscar algo mejor que saciar el vacio del egoísmo. (1 Pedro 4:2-4).


2. Alguien que ha nacido de nuevo:
Para ser libres de las cadenas del pecado. Es igual que cambiar de nacionalidad. (1 Juan 5:4) Al recibir a Cristo como nuestro Señor y salvador nuestra vida pasada queda borrada todos los pecados que hemos cometido en el mundo ya no nos pueden cobran intereses nuestra deuda queda cancelada por la sangre de Cristo. y ahora somos sellados con el Espíritu Santo como propiedad de Cristo y no del mundo. Somos nuevas creaturas.
El bautismo es una muestra pública de que nosotros como creyentes hemos dejado al mundo y abrazado la cruz de Cristo. Ahora somos parte de un pueblo nuevo que lleva bendición y luz a las personas que viven en oscuridad.
Si nos mantenemos bajo el gobierno de Cristo, Satanás no tendrá influencia en nuestras vidas (Salmo 91:1) quedamos libres de toda maldad y en constante victoria. (Romanos 6:18)
Cada día antes de dormir nos daremos cuenta de que Cristo ha vencido al mundo a través de nosotros. En cada situación y decisión que pasemos Cristo tendrá la última palabra y nos dará la victoria.
Demostramos que somos vencedores no con palabras ni apariencias, sino con acciones que llevan a glorificar a Dios.

3. Alguien que ha dejado que Dios gane sus batallas.
El mundo nos hace creer que nosotros los seres humanos podemos salir adelante por nuestras propias fuerzas, cuando la Biblia nos indica que el hombre por causa del pecado es alguien que se ha deteriorado y por su naturaleza pecaminosa tiende a fracasar.
Nos llegamos a creer los cuentos con los que nos bombardea el mundo todos los días y nos sentimos tan independientes de Dios y solo lo buscamos cuando estamos en alguna enfermedad o a punto de morir. Eso no es lo que Cristo hizo para con nosotros. Él estuvo firme con su decisión a pesar de que su muerte fuera la solución para salvar la humanidad. En cambio nosotros somos variables muchas veces dependemos de las emociones y circunstancias del diario vivir y no de la palabra que es vida eterna. Hoy canto alabanza por que me siento feliz, hoy leo la Biblia porque me dieron ganas, hoy se me antoja a hacer una que otra buena obra. El no estar establecidos en una base solida como es Cristo. nos da la garantía de que fracasaremos Hundidos en las arenas movedizas de la vida. Y perderemos todas las batallas.

A costa de quienes cumplimos nuestros deseos, acosta de la familia, amigos, familiares, novia/novio. Estamos realmente ganando la batalla. O nos estamos atando al cuello más cadenas.
El apóstol pablo escribió en su carta a los filipenses quienes son con los que realmente batallamos. No es con nuestros semejantes sino con seres del mundo espiritual que son los demonios. Estos seres que trabajan en las emociones del ser humano llevándolo más lejos de Dios. Si el ser humano no es consiente de quien es realmente su enemigo no va poder ganar la batalla. Nunca va a conocer las armas para defender y atacar los dardos de Satanás.
Dios nos dice como podemos salir victoriosos y nos da herramientas.
La clave es dejar que el Señor nos cubra con su armadura (Efesios 6:13-17). Revestirse de Dios. NO dejando que nos falte ninguna pieza de la armadura.
Que te falte una pieza de la armadura significa que dejas un espacio abierto para Satanás. Dejas de orar, dejas de leer la biblia, dejas de ejercitar tu fe llevándola a la práctica. Etc.
Dios quiere que no dejemos ningún espacio libre, Dios quiere llenar todo hueco que halla en nosotros. Así dejaremos que Dios gane nuestras batallas por que Él será por nosotros.(Romanos 8:31). Un verdadero vencedor es el que reconoce sus debilidades y las pone en manos de Dios.

Conclusión.
La pregunta seria: ¿Me he sometido a la obediencia divina? ¿He nacido de nuevo? ¿Qué espero para hacerlo? ¿Dios esta peleando mis batallas?
Ve que es lo que has ganado en el mundo. Y lo que encontraras son solo desilusiones y fracasos. Vanidades que no nos llevan a una vida plena.
Cristo tiene algo mejor para nosotros el sonreír cada día al anochecer y decir “Cristo gracias por tener mi vida en control, hoy soy mas que vencedor”
Él te dice: “no te preocupes yo ya vencí al mundo.”

Escrito por: Absalón Pérez Bueno

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